sábado, 25 de abril de 2009

Contar un cuento, hacerlo bien y que sea un hermoso cuento es mucho más difícil que el exabrupto de un poema, el grito, que el poema es siempre, como expresión de la sorpresa que se experimenta ante una sensación o con motivo de una situación inesperada.

El poema, por añadidura, lo leen siempre gentes más o menos sofisticadas, en cambio el cuento en su más genuina manifestación, suele ir destinado a niños, que entienden o no lo que se les cuenta y con ingenua e inocente crueldad te suelen decir lo que piensan del cuento y de tu modo de contarlo.

Cabe decirle a un niño un poema, pero mejor que suene como el agua de un manantial o como sonidos de lluvia o de viento, simples, sencillos, naturales, expresivos. Con toda la musicalidad posible. Los sonidos de la naturaleza son musicales y se conjugan sin esfuerzo cuando coinciden. Se imbrican con naturalidad y forman melodía.

Lo desconcertante y muchas veces desalentador es que nunca puede sustituirse mediante estudio, concentración y constancia lo que ha de ser, además de estudio, concentración y constancia, inspiración.

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