sábado, 18 de abril de 2009

Como en la fábula del sabio pobre, vamos
lamentando
no ser capaces de sobrevivir al paisaje,
que muere, pero mucho más despacio que nosotros,
no pensamos
en el insecto o en la flor,
que se despiden
con el suspiro de su olor,
o la picadura desesperada, que nos dejan.

Preferiríamos
seguir siendo nosotros,
con duración de árbol,
de montaña o de río.
¿Para qué?,
si todos
disfrutaremos
o sufriremos,
y compartiremos ese mismo último angustioso instante
de atravesar la superficie del espejo
como si hubiéramos durado lo mismo.

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