Como en la fábula del sabio pobre, vamos
lamentando
no ser capaces de sobrevivir al paisaje,
que muere, pero mucho más despacio que nosotros,
no pensamos
en el insecto o en la flor,
que se despiden
con el suspiro de su olor,
o la picadura desesperada, que nos dejan.
Preferiríamos
seguir siendo nosotros,
con duración de árbol,
de montaña o de río.
¿Para qué?,
si todos
disfrutaremos
o sufriremos,
y compartiremos ese mismo último angustioso instante
de atravesar la superficie del espejo
como si hubiéramos durado lo mismo.
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