El misterio de la fábula empieza cuando se pasa al renglón siguiente de la moraleja, donde se supone que para restablecer la justicia, si ajustaras tu conducta a la recomendación, deberías recibir tu premio. Algo parecido ocurre con las novelas de final feliz: y después –te preguntas- ¿qué?
No supondrás que me creo lo de que fueron felices y comieron perdices, o que se acabó el trabajo en la jefatura de policía a que está adscrito el investigador del crimen recién esclarecido.
¿Qué ocurrió después al beneficiario de una cura milagrosa o de una resurrección como la de Lázaro?
Se me ocurre que el presente es un taller en que se transforma el futuro en recuerdos, que es tanto como decir en historia. Y acabo de leer no sé dónde que un historiador dice que cada vez que un historiador cuenta la historia, ofrece una versión distinta de los mismos hechos. No dice una interpretación, sino una versión, diferente. Como si el pasado pudiera modificarse, como hay quien pretende.
Lo que sí parece claro es que es cierto que hay un tiempo para cada cosa.
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