Le llama, una señorita sagaz, a la gripe, gripe cochina, con acierto, pienso, ya que de un golpe y con sólo una palabra, economía que aconseja Gracián, da cuenta de su origen y de la mala condición del bicho en sí mismo considerado –me refiero al virus, claro, que del cochino casi todo el mundo conoce el aprovechamiento, empezando por el jamón de pata negra y acabando por los morros, pezuñas y rabo, pero tenía que ser él, el pobre, involuntaria sede, plataforma de lanzamiento del comando vírico-, que nos amenaza con traer por la calla de la amargura.
Rematando abril, con sus aguas mil, en efecto, este año, que apoya el refranero y puesto que marzo no mayeó, podemos confiar en que mayo no marcée demasiado, ya veremos. De momento, este norte de nuestros amores se estremece, friolero, sobre todo por las calles que van al hilo del norte y el nordeste, prácticamente las mismas. El viento del norte, ominoso y oscuro, y el nordeste, que limpia y bruñe el cielo, pero difumina las lejanías con una gasa sutil, son vientos que traen reminiscencias del hielo de allá arriba, donde los silencios blancos y los iglús.
Se nota que hay menos dinero circulando. Decían de las gacelas, pero estoy convencido de que el animal más medroso de todos es el dinero, que esconden y atesoran cuantos pueden, disfrazándolo, escondiéndolo, disimulándolo. Es, con coche –creo que el coche todavía más-, el otro invento que creo que más ha contribuido a la esclavitud de la gente de nuestro tiempo, cada vez más sorprendente.
Ahora hemos dado en lo de las fotografías. ¡Mira que llevamos tiempo algunos haciendo fotografías!, yo desde que retraté a mi madre, en un banco de la playa, con la primera cámara, de bakelita, una Brownie Baby, que conservo, lo mismo que aquella fotografía entrañable, que me había regalado mi abuelo cuando cumplí los cinco años. Bueno, pues ahora mucho cuidadín porque personas y cosas tienen sorprendentes copyrights y el hecho de que por casualidad “salga” en tu foto alguien te puede complicar la existencia con reclamaciones y protestas inesperadas e inexplicables. Poco menos que cuando aquello de los indios de determinadas tribus prohibían que los retratasen, para que nos e les llevaran una esquirla del alma.
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