Dadme una buena noticia. La que sea, acerca de lo que sea, por pequeñaza que resulte entre el tropel de las malas que atrapan en tropel las redes tenidas por los más avezados y riguroso profesionales de la comunicación. Dadme una buena noticia, por favor, ¿es que no habéis sido capaces de cazar ninguna con vuestras sofisticadas artes de caza y pesca, la red de soplones, trotaconventos y correveidiles que tenéis montada, tanto fotógrafo espía como hay detrás de cada árbol y cada esquina de la calle y la vivienda de cada pintoresco personaje de la peculiar espuma social de cada grupo. Dadme una buena noticia, por ejemplo de que la panacea se ha inventado, encontraron la fuente de la eterna juventud o un alquimista residual halló por fin la piedra filosofal, Decidme que un prodigioso número de lotería ha hecho de pronto ricos a todos los ciudadanos que eran en este país pobres. Decidme que hay trabajo para todos los parados, o para muchos de ellos o, por lo menos, para todos aquellos que realmente quieren trabajar. Decidme que se han cerrado bajo siete llaves, enterrado bajo catorce capas de hormigón armado el rencor y la envidia, decidme que se ha prohibido ejercer función publica a todo el que diga públicamente una mentira consciente o que la humanidad ha consensuado dejar de tratar de apoderarse de los bienes ajenos, contra la voluntad de sus dueños y como contrapartida, sus dueños se han comprometido a ponerlos a producir en beneficio de la sociedad a que cada uno pertenece.
Me conformaría, por hoy , incluso, con que en todo el día de hoy no me dieseis ninguna nueva mala noticia.
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