lunes, 7 de marzo de 2011

Todo un invento, eso de las “redes”. Uno grita ahí lo que le inquieta y se alzan mil veces mil voces. Se advierte que la hermosa gente esta harta de que a fuerza de tomarle el pelo se haya incrementado de modo tan alarmante la tribu de los calvos. Creo que fue Brecht el que nos contó aquello del enfrentamiento entre braquicéfalos y dolicocéfalos. Dentro de nada, los calvos y los peludos. La cosa es buscar a los diferentes y ponerlos al hilo. Por eso las redes. En la red se desahoga. Hay torrenteras de adrenalina, remansos de frustración, ríos de energía perdida por el aquel de que dejes correr el agua que no has de beber. Las redes son bondadoso anarquismo en estado puro. Por eso hay tanto apunte solapado en que se sugiere que dejen de ser gratuitas. Cosa más triste que sería la de que cobrasen por este equivalente del cantar a coro de otrora que son las redes. Estos caminos, más allá de todos los caminos, que ese entrecruzan en el aire, invisibles, pura energía recién fraguada. En las redes alternan verdades como puños y mentiras como gigantescos icebergs, que navegan enseñando solo la punta de su gracia o de su desgracia. Hay en las redes ilusiones desmedidas y penas hondas. Las redes son como la vida misma. Una vida gratis. Utopía. Una vida donde esta tarde convocaban a la sonrisa universal. Tuve y se murió un amigo que decía que la sonrisa nos distingue de las fieras del monte y las bestezuelas del campo. La sonrisa es como una palabra de bienvenida, dicha en un idioma universal, sin faltas de ortografía ni defectos de pronunciación.

No hay comentarios: