Llegamos a marzo, rema que rema, cía y boga, alternativo, rema a pareles, iza la vela, navega de bolina. La primavera saca siempre de quicio a las lluvias y los vientos, es un tiempo desapacible, hasta diría yo que malhumorado, Como el otoño es tiempo de nostalgia del verano reciente, lo es la primavera del invierno, que se resiste a dejarse llevar por el deshielo.
Todavía le quedan, al invierno ese, más de quince días de bufar, sonarse estrepitoso, empaparnos de aguanieve.
Mi calle es ya un despeñadero surcado de caminos que concluyen en trampas mortíferas. O pisas barro o pedruscos, caes de un lado o de otro, te tambaleas, y si por añadidura llevas una perra atada, deseosa de mezclarse en el tumulto y robar pedazos de manguera, herramientas o cualquier cosa que se ponga a su alcance, atravesar esta campo de batalla se convierte en una aventura de resultados imprevisibles.
Toda una multitud de obreros se mueve alrededor de media docena de ominosas máquinas dotadas de instrumentos de percusión, rotura, apaleo y acarreo de impresionantes montones de tierra y pedruscos descomunales. Entre todos, abren, entierran colosales tuberías de metal, plástico y hormigón, cierran, vuelven a abrir, entierran más tubos de todos los colores, cierran de nuevo, mueven el barro, salpican, apedrean, empujan. Deberíamos haber huido, cuando hubo tiempo y vimos acercarse este ejército que nos tiene sitiados y casi imposibilitados de acarrear agua y víveres hasta la puerta en que han puesto una rampa de madera que al pasar se mueve. Cada día, varían el trazado del sendero que nos permite llegar hasta la relativa civilización del entorno próximo.
Leo que este gobierno errático que sufrimos acaba de acordar la reducción de velocidad máxima en autovías y autopistas a ciento diez kilómetros por hora. Dicen que así ahorraremos. Tal vez. También puede que esa reducción, tal como se construyen ahora en los países semicivilizados de la quizá algún día Unión Europea, redunde en un gasto mayor, a que habrá que añadir la recaudación de radares y medidores, a que auguro un futuro inmediato prometedor. No podemos, excelentísimos señores, no podemos con el gasto de la multiplicación administrativa del gasto autonómico, no podemos con las autonomías, no podemos con la asesoría múltiple, deca y centimúltiple de los incompetentes que ya han hecho profesión de una incapacidad política derivada de su escaso bagaje intelectual, derivado del fracaso escolar y el abandono de su esfuerzo estudiantil antes de tiempo. Y para colmo, los mejor preparados han iniciado, como era de esperar, su éxodo en busca de puestos de investigación y trabajo especial y especializado. Todo un panorama primaveral.
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