El problema, aunque también, no es que los bancos sean mayores y más sólidos y fiables, todo lo cual estaría muy bien, si además las cajas fuesen todas privadas, lo suficientemente sólidas y fiables y del suficiente tamaño para poder intervenir en los mercados financieros internacionales, nacionales y comarcales. El problema real está en disponer de unas piezas económicas suficientes para competir en los mercados internacionales, además de los nacionales y comarcales. Y organizarlas y estructurar una economía nacional capaz, a la que debería engancharse, como complementaria en unos casos y suplementaria en otros, una red de pequeñas y medianas empresas.
Se equivoca ese presidente de ese banco, que no ha hecho sino enfrascarse en la contemplación del ombligo de su empresa, precisamente ahora, cuando hay que mirar de dentro afuera, y no al revés.
El problema, en realidad es que lo que viene, lo nuevo, es imprevisible por falto de antecedentes históricos. Estamos cambiando de época, el ámbito de actuación responsable del hombre medio ya ha cambiado, desplegado y más próximo, como consecuencia del avance tecnológico, el hombre está cambiando, como consecuencia de la dispersión y participación en el acervo cultural común, y ha de cambiar la sociedad –los modos y formas de hacer política y de organizar y funcionar la administración pública-, cosa que estoy dudando de que hayan comprendido y sepan hacer nuestros ya por desgracia profesionales de la política.
Me toca ira a la Capital grande, y, en seguida, a la chica, para seguir contemplando cada vez más asombrado, como hierven en vano sus cerebros, cuando se obstinan en cocinar en ellos las viejas ideas, ya insípidas y muchas caducadas.
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