sábado, 5 de diciembre de 2009

Estás solo
cuando no tienes nadie a quien
dar
no sé qué, tal vez esa palabra
que te quema en la boca,
la mano, para sentir su mano
agradecida o no, eso qué más da,
si a ti, cuando te entregas,
te queda el manantial, recién alumbrado, de la alegría.

Estás solo cuando te rechazan
y no tienes nada,
ni nadie
por quien morir para que la vida
continúe.

Estás solo cuando no importa lo que digas,
las palabras se vuelvan al aire,
puesto que aire son,
cuando las digas.

Estarías,
entonces,
solo,
si no existiera el buen padre Dios,
y aún,
a pesar de todo,
hay quien se atreve a negar que está
ahí, con su infinita paciencia
goteando sobre la carne
viva
del
alma.

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