Es Pascua,
esta noche es Nochebuena, suelen decir los villancicos
y mañana
Navidad.
Mi amigo Luis,
que era arquitecto, modelaba las piedras,
las mezclaba
con el aire,
soñaba volutas y viaductos, pero,
sobre todo,
pintaba y escribía hermosas felicitaciones de Navidad,
decía:
¡un Niño nos ha nacido!
y dibujaba, cuidadosamente,
unas manos, como un portal de Belén,
y, dentro,
cobijadas,
enamoradas,
las figuras.
Mi amigo Luis, hasta que se murió y está en el cielo,
con el buen padre Dios, a que él tanto amaba,
cada año, durante más de un tercio de siglo,
me enviaba su dibujo de Navidad, lleno de ternura,
su villancico.
Es Pascua,
la Pascua tiene incrustadas todas las nostalgias,
el sabor del turrón amargo de aquella Nochebuena,
el del turrón ilusionado de otras,
las figuras
de barro
del belén, mezcla de todos los belenes de la bisabuela,
de la abuela,
de nuestra madre, que siempre cantaba el mismo villancico,
y las otras figuras,
ahora
jirones de niebla semiolvidadas, tersas
de tanto acariciarlas con las yemas de los dedos de la memoria.
Es Pascua, es infinita
alegría,
que otros trajeron en hombros hasta aquí,
que hoy me pesa
sobre los hombros ya
tan cansados
y que estoy entregando a mis nietos, que abren mucho los ojos,
me miran,
me piden que les cuente y van atesorando
y yo les digo
estos versos,
que ni siquiera lo son, que suenan
como gotas de agua,
como palabras viejas que el viento lleva y choca en la ventana,
como las notas del piano
cuando tocas
las teclas
distraído
y es como si estuviera naciendo,
balbuciente,
la música,
ahora mismo,
como el Niño
nos ha nacido esta noche
que es Nochebuena,
es Pascua.
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