sábado, 19 de diciembre de 2009

Pasa como rozando la Navidad sobre la tierra cubierta de nieve, la naturaleza que descansa, la niebla perezosa, azulada, que se apoya en la piel del río. Pasa la Navidad sonando las campanillas y los cascabeles, los altavoces de los pueblos perdidos, semivacíos y los grandes altavoces de los grandes almacenes de la ciudad, hirviente de gentes y de palabras. Cierto que hay casi cinco millones de parados, pero también hay más de veinte millones de gente que trabaja y le han dicho que todo está a punto de arreglarse. Es una mentira o un error, pero la hermosa gente quiere creérselo y nada ni nadie puede impedir que se lo crea con entusiasmo. Hay la gente que sabe que el futuro hay que trabajarlo con ahínco y la multitud que piensa que las cosas se arreglan solas y habrá siempre unos ellos misteriosos y desconocidos que propondrán y conseguirán los remedios sin dar palo en el agua. En medio, los que mi viejo profesor de Derecho Mercantil describía, hablando de las quiebras y los concursos de acreedores, como los más listos y más vivaces, se aprovechan del río revuelto para incrementar sus habituales ganancias, y asimismo en medio los habilidosos orfebres del poder, haciendo lo que les da la real gana y colocando marionetas de hilo o de guante, en cualquier caso dóciles marionetas, para dar la impresión de que todos queremos lo que ellos quieren. Se advierte que estamos en el hervoroso torbellino de un principio de tiempos, el umbral de una época, la puerta de una era diferente, cada cual tratando de aportar, de buena o mala fe, su colaboración o su astucia, para medrar o para permanecer, según. El mundo está cambiando y el apasionante proceso nos deja boquiabiertos sobre todo a los más viejos, que, de pronto, disponemos, a falta de ambición porque el futuro ya no puede ser nuestro, de un extraordinario laboratorio, un tremendo escenario donde la historia se vuelve a contar, resumida, sintetizada, apresurada, pero compleja y completa también, y nos resultan explicables multitud de cosas que no habíamos entendido todavía. La humanidad, de repente, se me hace más entrañable.

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