sábado, 22 de noviembre de 2008

Ocurre sin previo aviso que el CP se obceca en cerrar una puerta, una ventana, la vía de comunicación habitual con algo o con alguien y se vuelve a la época en que no los había, te encuentras de nuevo un poco más lejos de tus secciones habituales, incluso puede que de personas desconocidas a que sólo tratas a través de escritos que dejan en sus respectivos graneros como quien cuelga del balcón del hórreo las ristras de panojas del maíz reciente. Menos mal que no pasa más que en ocasiones que digo yo que serán especiales, y este artefacto, por favor, que no se ofenda, se abrirá y cerrará por algún motivo explicable en su lógica del bit y la misteriosa encriptación de datos través de esotéricos laberintos que recorrerán, digo yo, microscópicos ingenieros de telecomunicaciones vestidos de batas blanquísimas, vigilando que nada se destruya del todo cuando uno de estos terremotos binarios desgarra el tejido de la red como si se hiciera un poco mayor el agujero de ozono y desde el planeta lejano nos penetrase el agudo mirar de los sapientísimos alienígenas, o, por lo menos, el de esos aviones del espionaje internacional que dicen que ya están empezando a llevar unas cámaras que pueden investigar lo que vamos pensando absortos por la calle y archivan hasta lo que ni siquiera pensamos, sino que repasa nuestro subconsciente, y justo esas escrutadoras miradas espías son las que desgarran aquí y allá la telaraña y nos aíslan e impiden que acudamos a la tertulia habitual de las páginas que apenas nadie se entera de que existen más que estos correveidiles de las agencias que a fuerza de velar por nuestros sueños acabarán me temo por destruirlos cualquier tarde.

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