sábado, 29 de noviembre de 2008

Publican la traducción de la segunda entrega de la voluminosa saga del fallecido Stieg Larsson, otro escritor de moda, con evidentes méritos propios, por añadidura, en este caso, para serlo, también escandinavo. Leo que murió a poco de completar el tercer volumen de esta obra que vamos leyendo entre encandilados y perplejos, sobre todo los mayores, y más cuanto más despegados del entorno hayan algunos vivido, porque refleja en sus personajes un modo de vida característico de la cultura a que está llegando occidente en su conjunto, es decir, la Europa por ahora incompatible consigo misma, por aplicación a sus problemas del diagnóstico de la ciudad alegre y confiada que hace muchos años abocetaba el semiolvidado Jacinto Benavente. Se entra en cada tomo de los dos que por ahora conozco de esta trilogía, tan asombrado por un modo de vida diferente y que sin embargo se desarrolla a nuestro lado, que resulta difícil soltar un libro sorprendente por sí y lleno además de vicisitudes inesperadas de unos personajes desmesurados, que aprovechan conocimientos muy de nuestro tiempo, evidenciadores de la curiosidad intuitiva con que el autor lo escrutó con minuciosidad de anatomopatólogo. Según se va leyendo, el argumento te atrapa en la conclusión de que es razonable y hasta aconsejable resolver cada situación de maneras y con modos reñidos con un mínimo de sentido moral y por la sencilla razón de que una maldad sólo cabe o por lo menos resulta justificado –por decirlo de alguna manera- que se combata mediante otra por lo menos paradójica crueldad justa. Pero ¿quién puede arrogarse un objetivo sentido de lo que es bueno, lo que es justo, lo que es verdad? El libro va difuminando en las nieblas del consejo de dudarlo todo que nos difuminan el paisaje de la entrada de este nuevo milenio –está en el título, Millenium, del conjunto de la obra- los fundamentos morales de la cultura del tiempo de que la humanidad está saliendo. Lo que en mi opinión es más grave es que los diagnostica, pero no ensaya, hasta por donde voy, ninguna moraleja distinta de que lo único importante es sobrevivir a lo que caiga en cada momento.

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