lunes, 10 de noviembre de 2008

Viene la Navidad, y un asomo de esperanza se añade a las brasas que aún quedaban de la Navidad pasada, que cada una deja un espíritu flotando y queda un aire, para estas fechas de Pascua, que huele a paz y sabe a armonías musicales. Con la mañana recién estrenada descubro una garza posada en el río y el cocker que, buen amigo, me acompaña, levanta el hocico y huele, adivino que con deleite, los aromas del otoño. Anduvo movida la mar, estos días pasados, y huele el puerto a nostalgias. El otoño, me doy cuenta ahora, está en gran parte hecho de olores que al agonizar se extreman, como dice la leyenda que pasa con el canto del cisne. El olor de nostalgia está hecho de algas semipodridas, estrellas de mar muertas y coloreado por el mugriento arco iris del gasoil derramado entre las embarcaciones que se mecen perezosas en la dársena, que es como un remanso de la mar, igual que los que hace el río en las umbrías de sus recodos del valle.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

證據 時效

A N A D O U N I dijo...

Bueno Bosquete, o es que ahora entiendes japonés o lo que cuentas traspasa la frontera del idioma ;)

A saber que nos cuenta este paisano... :D

Abrazos.