En realidad, he de confesar, que se trata de mis digresiones. Por eso, advierto que para cualquier curioso lector, podrían ser poco interesantes, intrascendentes, banales y hasta aburridas. Entonces -me pregunto- ¿para qué las escribes? Aún no he hallado respuesta para esta pregunta.
martes, 16 de febrero de 2010
Cafetería, ventana, mirar la gente que pasa. La gente lleva prisa, cada cuenta, cada persona que pasa, se individualiza mediante una sonrisa. Algunos mueven la mano. Otros ni te ven y pierdes el gesto, que se te queda como una careta a medio poner. Bebo un sorbo de frío, royo una patata frita. Adiós, otra vez, a otra persona de las que pasan. Luego van muchas seguidas a quienes no conozco. Estiro el periódico y voy releyendo las noticias, reflejo, tal vez sombras de las de ayer. No pasa nada nuevo. Los que mandan se aferran a sus sillas y los que las pretenden tratan de movérselas. ¡Trampa! –gritan unos y otros-, me estás haciendo trampas. Pues claro que se las hacen, los de arriba con cierta ventaja, los de abajo con mayor esfuerzo. Me enfrasco en el crucigrama. Sigue pasando gente, pero ahora no la veo, estando, como estoy, en busca de la palabra que se ajuste a esta definición.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario