Hemos incorporado determinados peligros a nuestra vida cotidiana y los aceptamos como inevitables, como por ejemplo ocurre con el coche, el automóvil y como cada cual prefiera llamarle. Contra otras cosas, nos rebelamos en cambio, o se rebelan importantes grupos de personas airadas. Damos por buenas muestras de crueldad evidente y pretendemos, en cambio, so pretexto de crueldad, suprimir otras cuya selección parece hecha al azar. Me sorprende, a veces, la inesperada decisión de grandes o pequeños grupos de gente, su errática selección de parcelas de conducta para estamparles el sello de aceptables o de reprobables con lo que me parece ausencia de criterios éticos susceptibles de sistematización.
Al acercarnos, la tecnología nos ha proporcionado una relación masiva con grupos antes prácticamente inalcanzables de personas. La humanidad está en mi opinión llegando a un tramo de su evolución histórica en que ha aumentado de manera notable su posibilidad de conocimiento propio a través de la multiplicación de semejantes con quien es posible ahora relacionarse durante cada generación.
En vez de abrir cauces nuevos para esta progresiva interrelación, lo que en mi opinión estamos haciendo es dificultarla al empeñarnos en subrayar lo que nos diversifica.
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