lunes, 22 de febrero de 2010

Merodean, creo que es la palabra que mejor describe lo que hace esa gente que manda, forma comisiones, las cambia, sustituye miembros, inventa sendas en lo más intrincado del laberinto de la crisis. Y lo malo es que dan la impresión de haber renunciado a buscar la salida y su andadura la hacen sin más propósito que dar tiempo al tiempo para que ocurra algo inesperado, realmente insólito, en virtud de lo cual todo se arregle como por ensalmo.

Es posible. Nunca debe descartarse la posibilidad del milagro, ni la de que ocurra por mera casualidad. Tal vez de pronto, oleadas de alegres turistas nos invadan dispuestos a gastarse el oro y el moro en disfrutar de la admiración de nuestros paisajes, comerse nuestros guisos y disfrutar de esta alegría de que paradójicamente somos capaces cuando no nos empeñamos en pelearnos como los gañanes de aquel oscuro cuadro de Goya que a mí siempre me ha impresionado por la tremenda crudeza de su crueldad.

Una sociedad necesita, salir al mercado a vender sus productos, ya sean bienes, ya servicios, para generar dinero e inyectarlo en el flujo de su economía. Y sin duda puede hacerlo organizándose como lugar de recreo o disfrute del ocio de otro u otras grupos sociales.

Pero incluso eso debe organizarse, prepararse. Cierto que lo importante es participar, bien entendido que quien participa, para que la competición valga la pena, lo ha de hacer tratando de ser el mejor, por más que si no llega más alta, más lejos o con mayor fortaleza que los demás, haya contribuido al mayor esfuerzo de todos y por eso su participación lo habrá justificado y habrá sido importante.

No lo hacen. Se reúnen. Hablan. Miran el modo de engañarse con argucias a veces sorprendentes por lo que tienen de ingenuidad. Curiosa gente.

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