viernes, 26 de febrero de 2010

Vuelvo de ambas ciudades, la grande y la pequeña, con sensación de haber apreciado desconcierto en la gente. Como si no supiéramos, cada vez más personas, lo que nos está pasando al conjunto. Creo que cada vez son más los que dudan de la realidad de los mensajes que se entrecruzan para repartir confianza y explicar el por qué de la multitud de cosas inexplicables que pasan. Y advierto que el dinero real, que lubrifica la relación de la gente y la fluidez de sus movimientos y relaciones, da la impresión de escasear y que cada cual invente posibilidades de mayor cantidad del virtual sobre que mal que bien se mantiene esta acongojada sociedad nuestra. Noto además que a falta de principios éticos de general aceptación, sin cesar se diversifican las leyes en reglamentaciones cada vez más pormenorizadas –y como consecuencia más injustas para mayor número de afectados-, la vigilancia de cuyo cumplimiento se atribuye a unos progresivamente celosos representantes de una autoridad cada vez más alejada de la realidad, y menos conscientes de que las situaciones respecto de intentan generalizar las normas, son cada vez más complejas y necesitadas de adecuación a casos concretos más complicados por sus circunstancias particulares. Y lo que inevitablemente pasa es que en lugar de sentirnos cada vez más capaces de relacionarnos con mayor soltura, se nos dificulta esa relación al tratar de encauzar artificialmente lo que necesita la soltura de la naturalidad. Se olvida, me da la impresión, que es imposible organizar un modo de visa social por medio de reglas preestablecidas y que la vida es la que al diversificarse y relacionarnos es la que exige normas de organización dictadas a partir de los principios generales destilados de la parte mejor de nuestra conducta, es decir, de nuestra cultura, que no es más que la traducción a cada época del derecho natural, cuya digamos estructura ética no es un fósil, sino un organismo vivo, que se va ajustando a la evolución de la inteligencia de que somos portadores los humanos, ese milagro que nos va acercando a la Sabiduría, inalcanzable, opino, de este lado del espejo.

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