miércoles, 16 de junio de 2010

Andar y hacer camino. Los repetidos versos de Machado siguen marcados en la tierra como huellas sobre tierra frecuentada por los vehículos todoterreno, los tractores agrícolas y los carros típicos de cada comarca rural. Y ese esa es por cierto la vía adecuada para salir de este laberinto.

Me parece irritante la amenaza de parar como coacción, y tanto o más la demagogia de pedir a gritos, como esta mañana he leído, que a ver para cuando lo de ser todos iguales.

La solución no está en pararse, sino en andar, por trabajoso que resulte, por imposible que parezca. Y no podemos ser, no somos todos iguales. Cosa diferente, que aplaudo, es la igualdad de oportunidades. A la larga, la suma de capacidad, con la que se nace, y el esfuerzo, que cada cual haga, marcarán las inexorables diferencias.

Hay varias maneras de salir adelante.

Podemos, convertidos en equivalentes de los reinos de taifas, que marcaron, creo el mayor esplendor de la cultura islámica de su época. ¿Más, oigo que se me pregunta, que la del Califato de Córdoba? Pues es posible que sí. Que el refinamiento de sus minisociedades tribales haya sido más refinado, más culto. Pero cada una de las taifas, empeñadas por el doble concepto de la ausencia de capital para sobrevivir y de ejército para defenderse, por un lado, y por otro un terco afán de independencia a ultranza, adornado por sucesivos pactos alternativos con colindantes o cercanos moros o cristianos. Toda una trama y una urdimbre de supuestas lealtades y manifiestas traiciones recíprocas.

Podemos regresar al deslumbrante supuesto esplendor, puramente virtual, de las taifas o venir al afán de consolidación de nuestra condición de incompatibles y la creación de una sociedad nuestra, de nuestras evidentes diversidades, para hacerlas fructíferas en la cooperación coordinada.

Otra posibilidad la inventaron los fisiócratas del “dejad hacer, dejad pasar, el mundo se organiza y repara, marcha por sí mismo”.

No es cierto pero es bonito, da, en apariencia, menos trabajo y nos obligaría, caso de querer que sea así, a haber iniciado la reconversión de nuestros mechinales en hoteles, posadas, paradores, figones y urbanizaciones en los mejores y más atractivos del mundo.

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