viernes, 25 de junio de 2010

Vas, calle adelante, te llaman, me llaman, me vuelvo, ya expectante. ¿Tas bien? –me pregunta. Y yo, dudoso: pues … sí; bastante bien. Y espero. No –añade- ye que como somos tan mayores … Me echo a reír. No se es mayor ni menor. Se es, mientras se es, y, de súbito, supongo, se deja de ser. Ya está. No hay una conmoción en el Universo. Ni siquiera la hay en el barrio, en la calle, en el rellano de la escalera. Desapareceremos, y, si acaso, nos dedicarán recuerdos como fucilazos, puramente ocasionales. Permanecerá igual e inmutable la calle, que, como diría el otro Machado en su copla, “ya no es tu calle, sino una calle cualquiera, camino de cualquier parte …” Siempre me ha conmovido esa copla mínima, pero muy expresiva. Sugiere muchas cosas con pocas palabras. Se imaginan momentos de ilusión y espera en “tu calle”, la de alguien, donde vive, donde, como añade otro poeta, está “la casa encendida” de alguien, hasta que deja de estar y, enterrado ese alguien, o, en su caso, enterrada nuestra vinculación con la persona que ahí vivía, la calle es “una calle cualquiera, camino de cualquier parte”.

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