viernes, 25 de junio de 2010

En las esquinas de la ciudad de los gitanos imaginada por García Lorca, hay banderas, se supone que de vivos colores, pero no hay banderas en las ciudades de gitanos que yo recuerdo. Es posible que mi recuerdo se equivoque o que haya una ciudad de los gitanos en algún lugar del mundo distinto de mi memoria o de los barrios de las diferentes periferias de las ciudades que conozco y ésa haya sido la que visitó el poeta o la que visitó su imaginación, la imaginación musical de su poesía. La poesía de García Lorca era musical. Bueno, era es, porque le ha sobrevivido. Nuestras obras nos sobreviven. Alguien, pasado que sea tiempo, podrá incluso encontrar un libro y reencontrarse con algo que yo haya escrito ayer u hoy, aunque para entonces yo haya muerto. En nuestras ciudades de payos no suelen ponerse las banderas en las esquinas, sino en los balcones, los días de fiesta, si acaso, o, con mayor seguridad, en la plaza mayor de cada ciudad y cada pueblo. En cada plaza mayor, suele estar el ayuntamiento de la ciudad, en su ventana habrá banderas, pero también habrá, probablemente, unos mástiles en que suelen ondear las banderas de la ciudad, de la autonomía y de Europa. La bandera de Europa es azul más bien marino, oscuro y lleva en el centro un collar de estrellas.

En medio de cada bandera hay un escudo. El escudo de Europa, hay digo, su logotipo o su equivalente, es un collar de estrellas, una estrella por cada país de la unión, por ahora futura unión, europea. Europa es como una familia y cada país un hermano. Todos se saben miembros de la familia, pero constantemente tienen que estarse midiendo, enfrentando, por su lado malo. Por el bueno circulan riadas de ciudadanos que, bien o mal, se arreglan siempre para entenderse y ayudarse, si les dejan. Por el malo andan los mandamases de los diferentes países, que son como pensamientos turbios, que los enfrentan y les tocan la oreja a los mandamases de los demás países y los invitan e incitan a mediar sus fuerzas, como los cachorros de la misma camada, que constantemente se enfrentan, aunque parezca un juego, y así establecen la jerarquía de la camada. Es lo malo de la camada humana, que tiende a establecer una jerarquía y todos los miembros quieren estar arriba, en la punta de la pirámide, y que los demás aclamen su presencia. Resulta curioso ir viendo cómo los diferentes modos de organizar una sociedad humana, crear una sociedad, construir un Estado, van acercándose, de la mano de sus mandamases, a sistemas jerárquicos donde el que manda lo trata de hacer con poder, modos y autoridad absoluta, vocacionalmente excluyente de los diferentes y mucho más de los contradictores.

Parecen incapaces de entender que una asociación de contradictores o de diferentes, para gobernar, posibilitaría la confrontación de ideas, las aproximaciones a las diferentes verdades utilizables para ir progresando en todos los órdenes, la estética de la filigrana en que consiste una tertulia y podría consistir incluso la administración, que no gobierno, de cada barrio, cada ciudad, cada grupo social, compuesto por humanos, tan parecidos y tan diferentes que lo necesitarías para su sosiego.

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