sábado, 19 de junio de 2010

-¿Qué haces?
-Escucho
-¡Si no hay ruido!

Se ha olvidado,
la gente,
de escuchar cuando no hay
más que la voz del río o del viento,
o la inmensa
voz
de la mar.

Se ha olvidado la gente
de que el buen padre Dios,
que no puede hablarnos
porque el sonido de su voz nos mataría,
aplastaría,
extinguiría, antes
de nacer,
nos dice con el eco de las cosas,
de las fuerzas
de la naturaleza, que es su aliento,
cuanto quiere
que sepamos.

Se ha olvidado la gente, y ahora
el eco
de la voz del buen padre Dios
es, como el horizonte de siseos, que rodea
la soledad,
nada más que un recuerdo
que trato
de escuchar, ahora mismo,
al borde del río, que se lleva
mi ansiedad
en un reflejo que quiebra el agua viva,
que es como un reverbero.

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