domingo, 15 de agosto de 2010

Loa mayores calores, decían los amigos de mis abuelos, son de Virgen a Virgen. Ellos los soportaban a veces en Madrid, desde la fiesta de la Virgen del Carmen hasta la de la Paloma, que en Gijón celebran la de Begoña, en Luarca la del Rosario y en cada lugar la advocación que por alguna razón prefieren para este día.

Y a partir de la Virgen de Agosto, es decir, del quince en adelante, en agosto, frío en el rostro, dice el refrán. Los días se acortan perceptiblemente y empieza helar.

Queda verano, todavía, sin duda, pero hasta que en setiembre se dore y permanezca el hermoso tiempo que se despliega con parte de los finales del verano y el principio del otoño, agosto será un lento declinar del sol, un progresivo deslucirse del azul del cielo, será el cansancio del verano.

Todavía no son más que proyectos los libros que se publicarán allá para setiembre, más bien en octubre. No es aún tiempo de pensar que las vacaciones son como una botella todavía medio llena quedan multitud de cosas por hacer, pero los lirios se secaron hace días y están entre los artos rojoscuro brillantes las zarzamoras.

Discutimos respecto de la antigüedad de los mapas. Y como en casi todo, lo que debatimos en realidad es la antigüedad de mapas parecidos, guardadas todas las diferencias, a los actuales, que debió ser cosa de los siglos XIII o XIV, sin perjuicio de admitir que se intentó representar gráficamente el espacio, para localizar determinados lugares o algunas etnias diferenciadas, desde tiempo inmemorial, siglos antes de JC, por chinos y después por babilonios. Casi todo lo que se discute al azar, porque su mención se hace en cualquier conversación en que se hablaba de cualquier cosa, puede servir para iniciar una serie de consultas, leer media docena de libros, ahora consultar Internet. Internet, decía hace poco un amigo, es algo así como el compendio, la enciclopedia general del conocimiento humano, con multitud de notas, además, como si fuese a pie de página, en que aparecen minuciosos detalles inesperados, complementarios de cada respuesta de la red o discrepantes de ella. Te llevas ahora el ordenador, cada vez más liviano, más flaco, pero a la vez más independiente y más poderoso y llevas contigo la mayor, mejor y más surtida biblioteca del mundo.

Hecho que ha suscitado otra discusión, pero ésta más generalizada, que preocupa a más gente, por muchos y mus distintos motivos: la de si desaparecerá un día el libro, en su aspecto actual, impreso sobre papel. En su día, los conservadores, que supongo habría, de la biblioteca de Alejandría no pudieron ni suponer que algo sustituiría a los cilindros aquéllos, o los babilonios que se dejarían de utilizar las tablillas, o los egipcios que el papiro.

Un futuro que los más viejos miramos con apasionada avidez.

Y que, cuando éramos jóvenes, como pasa ahora, teníamos tanto tiempo y tantas cosas prioritarias que hacer, que descuidamos de por lo menos explorar con la imaginación abierta de Verne o de Asimov, que nos iban describiendo un mundo fantástico y sonreíamos con desdén.

Hasta que las armas en general y las bombas en particular se salieron de la medida humana y cuando, por haber superado la “mirada mágica” medieval, creíamos haber superado el miedo, descubrimos la profundidad de la “mirada técnica”.

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