lunes, 12 de enero de 2009

Me mira, esta mañana.
muy abierto, asombrado,
el ojo pensativo de la luna,
¿dónde vas –parece que me dice-
con este frío. El perro no tiene frío, insiste, se me lleva
ribera del río arriba,
por donde los patos aburridos
y la astucia
del coromorán.
Oigo, como cada día,
ahora que no hay en la calle
más que ausencias y silencio,
el eco, una vez más
de la voz de Dios. ¿Dónde estás –le pregunto-,
qué puedo
hacer para tocarte,
como te presiento en el aire
de la mañana?
Pero el buen padre Dios
está siempre callado
desde que el hombre recuerda. ¡¿Por qué?!
Se mueven las ramas desnudas
del humero del río, como única respuesta
tal vez sonriendo.

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