En realidad, he de confesar, que se trata de mis digresiones. Por eso, advierto que para cualquier curioso lector, podrían ser poco interesantes, intrascendentes, banales y hasta aburridas. Entonces -me pregunto- ¿para qué las escribes? Aún no he hallado respuesta para esta pregunta.
jueves, 1 de enero de 2009
Fernando Pessoa escribe con tristeza inaudita su “Libro del desasosiego” y refleja, según esta edición de Acantilado 2007, en su página 248, una reflexión a que me apunto sin dudar relativa al escritor que duda respecto de la calidad de su obra y la diferencia que se aprecia entre lo que se siente y lo que acabamos de escribir, como si algo, entre la neurona equivocada por los sentidos y la mano que escribe, dificultara de modo inevitable la comunicación y esto, lo escrito, no pudiera llegar sino a reflejo de lo que le sentimiento es capaz de reflejar en la turbulenta –a veces, otras plácida- superficie del estanque o proceloso mar, según, de nuestra alma. Y con esas líneas recién absorbidas, me entro en este otro año, nueva estancia conceptual de la paradoja del tiempo que nos corresponde, inicio cauteloso el 2009 que todavía, como un iceberg, no nos ha mostrado más que la punta de su altura mayor y viene tan parecida a la espalda convaleciente del 31 de diciembre, cuyo olor todavía se percibe en el aire, que en seguida se me encienden todas las alarmas del desencanto y tengo la tentación, a que Pessoa me anima, de esa tristeza que propone la niebla, pero que no voy a dejar que me atrape, si puedo evitarlo, e inicio mi discusión de hoy con don Fernando, que opina en otra página que la prosa es para él preferible a la poesía. Creo –le digo- que la poesía brota cuando la prosa es incapaz de llegar, y si bien coincido con usted –lo trato de usted porque impone, esa figura suya con sombrero, corbata, bigote y colilla en la comisura, de cigarrillo de hebra, y gafas redondas, de por sí intelectuales, este gran escritor- en que el lugar de la poesía se halla entre la prosa y la música, discrepo en que la prosa pueda ser más eficaz, puesto que donde no llega, sí lo hace la poesía, como, cuando ésta se agota en la respiración de su expresividad, empieza a ser eficaz la música para que continuemos, la gente, tratando de entender lo que de todos modos seguirá pareciendo ininteligible hasta que se haga la luz.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario