En realidad, he de confesar, que se trata de mis digresiones. Por eso, advierto que para cualquier curioso lector, podrían ser poco interesantes, intrascendentes, banales y hasta aburridas. Entonces -me pregunto- ¿para qué las escribes? Aún no he hallado respuesta para esta pregunta.
viernes, 16 de enero de 2009
Sale un día un político asegurando en público esto, aquello y lo de más allá, pasan unos días, vuelve a asomar por encima de su atril, reconoce que ha ocurrido lo contrario de lo que él mismo prometiera o que es inminente que ocurra y no pasa nada. Este político se ampara en el aparato de una sociedad de políticos cuyos miembros se pasan la palabra y se corrigen, disculpan y justifican alternativamente, ante la mirada colectiva y atónita de todo el país, asomado a las diferentes y en ocasiones distorsionadas versiones de cada actuación, facilitadas por las diferentes cadenas de la televisión y la radio o los periódicos. Todo vale motus tetranalis, cabe decir en un latín macarrónico que da a esta empírica aseveración cierto empaque, es decir, durante cada período de cuatro años, transcurridos los cuales y sobre la base de una clientela inconmovible y tozuda, hay que convencer a los dudosos de que les proporcionen otros cuatro de más de lo mismo. Y resulta curioso constatar que si se alternan, tras de asegurar que cambiarán las malas costumbres de sus adversarios, justifican repetirlas con la muletilla de que el adversario lo hizo antes igual. ¿En qué quedamos?
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