jueves, 1 de enero de 2009

¿Quién eres? –me preguntó- y le expliqué que soy algo así como un elfo. Se reía. Hay pocas cosas y personas menos parecidas a un elfo que yo. Pues no sé –añadí- de qué te ríes. ¿Has visto tú un elfo alguna vez? Bueno. Todo el mundo –dijo- ha imaginado elfos. Y desde que pusieron en el cine del pueblo El Señor de los Anillos, todos los vimos, unas veces solos y de cerca y otras, formando un espléndido ejército.

En realidad yo te he dicho que soy “algo así como” un elfo, y no un elfo de verdad, desde luego.

Tampoco –insistió-. No tienes tú ni pinta.

Me parezco así, en la holgura que queda entre añoviejo y añonuevo, porque me parece estar saliendo de uno y entrando en otro, ambos irreales. Y es que andamos tan entrecegados de nieblas y de sombras que confieso que hay ocasiones en que dudamos de si seguirá existiendo afuera, encima, de algún modo, la indispensable luz. Y en eso sí me parezco a un elfo, bueno, a un elfo o a un visitante de cualquier otro mundo de fuera del nuestro. En su tiempo, Bosco debió serlo, si no, ¿cómo habría podido pintar el Jardín de las Delicias? Es imposible imaginar que un hombre del siglo XV o XVI haya sido capaz de pintar un tríptico, que, si bien se mira, contiene todos los ismos que después, en pintura, en el mundo han sido.

Se me queda mirando, pensativa, como tú, que por cierto, cuando te quedas así, como ajena y alejada, dibujas un escorzo en que se mezclan la ausencia y la ternura, y resulta que lo que te ha llamado la atención es que te diga que hay un espacio, entre los años, una rendija nada más, mínima, que permite celebrar una y mil veces el añonuevo con mucha gente y desear a todos, uno tras otro, felicidades múltiples y variadas, a cada cual la que prefiera. Es gracias a ese mínimo mechinal, que al atravesarlo te araña lo que te decía de tentación de desesperanza. La desesperanza es la gota de sangre que se forma sobre la piel del alma en carne viva cuando se roza con la frontera entre ser y no ser, que, como dejo escrito Shakespeare en uno de sus más famosos monólogos, es la cuestión.

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