viernes, 13 de febrero de 2009

Después de tanta lluvia, el viento, nieve y oleaje, la salida hoy del sol ha sido espectacular y literalmente deslumbrante. Salí por el periódico y me lloraban los ojos, lastimados por el golpe de luz.

Con sol o no, las mismas noticias tristes de ayer. Gente que se apuñala, golpea, denuncia e intenta lastimar por todos los medios. Cuantos caen, parecen pensar algunos, dejan mayor espacio para que corran los supervivientes. La abuelina decía que el muerto –indistintamente, supongo, los muertos físico y los civiles- al hoyo y el vivo al bollo.

La vendedora de periódicos me informa de que ha helado, además, y hace por eso un frío semejante por equivalencia a la torrencial violencia de la luz.

Pienso que en cuanto se hace y se dice o se proyecta, hay un clima o un componentes de provisionalidad, que considero se deriva de la multitud de incógnitas que habrá que resolver para reorganizar los modos de vida del milenio que acabamos de estrenar. Lo que se dice vivir al día porque nadie sabe qué va a romperse mañana o tal vez esta tarde, del frágil tejido sobre que nos movemos con esta cautela equivocada por las palabras de quienes se atreven a hacer pronósticos y les salen contradictorios, por más que se hubiera supuesto que los que van en el carro de las mismas convicciones deberían entender, explicar y proyectar las cosas igual, pero resulta que no es así.

Comoquiera que sea, es éste sin duda un tiempo apasionante, en que, fijándose, se advierte cómo la humanidad se va desperezando aquí y allä, no en las personas que mandan, casi todas gastadas, incluso los más jóvenes, e incapaces a todas luces, para entender la trascendencia de lo que está pasando. Y cada día hay más jóvenes que se ve que apuntan con acierto a la convicción de que es más importante aprender a compartir lo que hay que tratar de repartir lo que no existe.

Otro día, si me acuerdo, hablaremos de ello, de esta gente irrespetuosa, audaz que lo primero que recomienda es que nos dejemos de poner cara de palo y estudiemos el modo de meterse en el prólogo del sentido del humor con que habrá que aprender a vivir con menos medios, más humildad y mucha alegría.

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