martes, 17 de febrero de 2009

Nada –te dicen- de ofender a nadie, y nadie, que es cualquiera, adquiere patente de corso para brutalizar por el mundo, hacer de su capa un sayo y hacer imposible la vida del prójimo. El “divinal Odiseo”, como llaman algunas ediciones de la Odisea a Ulises, convenció a Polifemo de que él no era nadie, tras de hincarle una estaca en el único ojo, y así huyó como de buena gana huiríamos de algunos de estos cíclopes de la modernidad a que protege por indebida extensión la presunción de inocencia, digan lo que digan y hagan lo que hagan, que a veces nos pasamos todos la suposición que se deduce de los hechos probados, pero no basta, al no pasar de suposición, y salvan el pellejo, sobreviven y como mi cocker, tras de cada deposición sólida o líquida, se esfuerzan, pataleando, por esconder el rastro a posibles depredadores. El cocker, luego, me mira, sonríe –como yo aseguro que son capaces de sonreír algunos perros- y aún no sabe, he de reconocerlo, guiñarme un ojo, pero lo intenta, por debajo de su airoso flequillo, para comentar conmigo lo listo que es y lo bien que esconde sus huellas.

Por lo demás, el periódico insiste en las barbaridades humanoides de ayer, que siempre pienso que valdría más no dar detalles de alguna que otra noticia, porque es como sembrar a voleo semillas de horror, que también pueden prender y de hecho da la impresión de que prenden en otros terrenos propicios al mimetismo de la barbarie. Todo se pega –decía la abuelina- menos la hermosura. Y esto del enloquecimiento inesperado y súbito, también, que hay incluso zonas de algún modo especial propensas, en que cuando un individuo se suicida, se produce un efecto dominó y arrastra a otro u otros varios, sin que nadie se explique por qué semejante epidemia.

Nihil novum sub sole, el hombre imita al hombre, para bien y para mal, unos de un modo y los otros del otro. En el fondo hay cierto sentido del humor en que, como vi ocurrir el otro día, cuando llamaron a un sujeto la atención por su conducta, contestase que por qué a él, si todo el mundo estaba haciendo lo mismo.

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