Para salir de la crisis no hay más que rebajar el nivel de vida a los términos adecuados. Y si los equipos de fútbol tienen pongo por ejemplo que disminuir su categoría a términos de equipos de barrio, pues eso. Y si hay que editar las publicaciones en papel común y no se pagan los reportajes y la impúdica exhibición de las miserias humanas regresa a la discreción, tampoco vendrá mal. Y si añadimos al cocimiento la convicción de que para ganar dinero hay que trabajar denodadamente y tener paciencia, a lo mejor, acertamos. Y si convenimos en que la retribución del trabajo no puede exceder de determinado límite y controlamos los precios, veréis qué bien. Y si todo eso lo hacemos a escala continental de una Europa Unida por fin. Mucho mejor todavía. Y si esta gente concreta que somos, se apea del error de que podemos vivir, en este siglo, esta época, este neorrenacimiento, en reinos de taifas gobernados por virreyes de minúscula prestancia, es probable que hayamos empezado a salir del laberinto. Tenemos que aprender, saber e investigar, pero aprender, saber e investigar supone asimismo un tremendo esfuerzo, a veces toda la energía y la vida. Vale la pena. Sólo son personas libres las que participan de los acervos material y cultural del grupo en que viven en grado suficiente para no depender de otros para formar su criterio. Sólo las personal libres pueden ejercer la soberanía que les corresponde para organizarse con justicia y en paz.
Me recuerda, esta sociedad en que malvivimos, una de aquellas películas que cuentan la conquista del lejano Oeste americano a partir de una especie de carrera de carros de colonos para ir a amojonar pedazos de tierra que había más allá de una larga y ancha extensión de pedregal, sabana y desierto. Y cómo arrancaban, locos, desaforados, los carros, volcaban, se entrechocaban, y al llegar al otro lado, lo que había era un lugar, poblado a no de indios aborígenes, donde ponerse a rotura y trabajar la tierra o a horadar montañas en busca de un improbable yacimiento de oro.
Vamos corriendo como locos, ciegos de ambición, borrachos de prisa. Creo que la salida de la crisis está en la convicción de que cada logro real no puede obtenerse más a través de un paciente, humilde esfuerzo. Tal vez lo adecuado, más que una carrera como aquéllas, sea una peregrinación, o, por lo menos, una romería. En cualquier caso, un calmoso esfuerzo. Tal vez tengamos que sacrificarnos para que nuestros nietos puedan vivir como nosotros hubiésemos querido. Es posible que se lo debamos.
Hoy ha empezado el Carnaval. Curioso que la mayoría de los niños que pululaban por la calle o iban disfrazados de superhombres con superpoderes y pistolas interplanetarias, o, cuando niñas, de princesas. Ninguno estaba en camino. Todos eran ya triunfadores.
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