miércoles, 11 de febrero de 2009

Ni hay chavalería por las caleyas ni les dejarían hoy machacar el muérdago para hacer liga y prender jilgueros, ni arrancar ramas de los ablanos o los xardones ni subirse a los ñerus a identificar y si acaso darle el mínimo sorbo que proporcionan a los huevos de mirla. Y así la artada se sube a cada bardial y se cuajará, cuando llegue su hora, de madreselvas de tango, también aquí en flor, que nos vieron nacer y hacer las fechorías de los niños de la guerra, que nadie se ocupaba de ellos, enfrascados como andaban los mayores en lo que andaban y sólo a veces para estibarlos en cualquier bodega y mandarlos lejos, de donde volvió parte de una generación arrancada de su niñez propia, la de verdad, que a tantos arrancó la crueldad insólita del siglo XX.

La chavalería se ha entristecido tanto, que ahora queda a la puerta de la discoteca en que no le dejan entrar por defecto de edad y se entrecorta en los famosos mensajes que vagan de telefonino en telefonino, concertando el botellón o pasándose la consigna de que hay que ser así o asao, todos a una, como aquellos de Fuenteovejunna, con la diferencia de que aquéllos reaccionaban a coro contra una injusta decisión del mando y ahora lo que se pasa a veces no tiene más sinrazón de ser que la insidia del bulo y la sospecha, vertida que algo queda sobre cualquiera que amenace la estabilidad del mando.

No toda. Advierto una reacción que se niega a ser tajante y se apunta a la admiración de los colores indeterminados, las tonalidades, los matices. Veo que se atreven a meterse en la niebla de la duda, y, conscientes de que el mundo que viene estará lleno de ellas, a medida que la caballería venda sus semovientes y se apunte al abandono de la subjetividad altiva de considerarse en posesión de la verdad y toda la verdad, para emprender el camino iniciático, la peregrinación del aprendizaje de lo que es imprescindible para adaptar la maquinaria social, inmensa, de recovecos y entresijos tan intrincados, a la mutación sufrida por, o que está disfrutando, el hombre del siglo XXI, desde que ha descubierto, in primis, que está vivo, existe y es hermoso disponer de todo un universo para compartir, in secundo, que para vivir no hay otro modo ni sistema que convivir con esta hermosa gente que, equivocada en ocasiones, como cada cual, como cada cual se afana en disfrutar de lo que hay, de este hermoso hecho de estar vivo y disponer de tiempo para compartir con todos los demás cada cuales de la posibilidad de compartir incluso disintiendo, sin más traba que la que se acepte, en su caso obligatorimente por el mero hecho de ser hombre, y en el suyo de modo voluntario, por la religión que se prefiera para hacer y tratar de responder a las preguntas fundamentales.

A mi vejez, me gustaría apuntarme, de hecho me apunto a este optimismo esperanzado.

No hay comentarios: