Me alimenta
la esperanza de cada cosa banal, cada vez
que abandono
la trascendencia de vivir, ser consciente
de que estoy en el camino,
de que voy ciego, a tientas,
sobre las huellas de mis huellas, que son
las huellas de la larga cadena
de gentes que vivieron y murieron
para que yo esté aquí, seleccionado
por el buen padre Dios
para tener nada menos
que el privilegio tremendo,
desmesurado,
casi enloquecedor
de vivir.
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