sábado, 20 de marzo de 2010

Con pocos medios, se puede ahora hacer una historia elemental de las cosas más recientes. Una familia pasa medio centenar de fotografías y pinta el boceto de su historia. Quedan, desde luego, muchas de las cosas más importantes sin decir. Como la serie de los días grises, aparentemente iguales, que pienso que son los que sostienen, sin embargo, el conjunto de los días radiantes, que son los fotografiados con mayor frecuencia, y ahora, mientras pasan las imágenes, añadidos de unas gotas de humor y cierta dosis de fantasía. La historia ha sido contada, cuando acaba la serie, a pesar de todo. Puesto que los protagonistas, que son los que la contaron, están ahí y son nuestros amigos. Si no lo fueran, es probable que no hubiésemos permanecido escuchando, mirando. Si no atentos, por lo menos cortésmente atentos. Un tiempo para cosa: para vivir, para contar lo que se ha vivido, que es un modo de mover las brasas para que se renueve el fuego de la nostalgia. La nostalgia tiene por lo menos un componente de la energía que necesitaremos mañana, si aún estamos vivos, para tratar de seguir viviendo por encima del nivel de la supervivencia. Sobrevive quien está todavía ahí, pero ha olvidado ya el futuro. Vive quien recuerda el futuro y por eso imagina modos de irlo recibiendo, trabajando en el alfar, convirtiendo en otra serie de fotografías que alguien recorrerá otro día parecido a este de hoy

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