En medio de la noche,
despierto,
me abruma
un torbellino de pensamientos luminosos,
confusos,
a la vez,
que han roto las cadenas del insomnio. Esa tremenda
monstruosa contrafigura
de un ser
indescriptible
por la belleza de su horror. Ahora
vaga, habitación arriba y abajo,
eh, tú –me dice, y me señala
con su dedo índice de cepa de viñedo-,
eh,
despierta, miserable
-me llama, me siento, soy
miserable
dentro de los ojos con que me mira el insomnio,
¿o es tal vez el sueño
este delirio onírico
que me recobra para la adolescencia?-,
de repente, soy de nuevo yo,
a mis años turbios.
Creo que no dejamos de ser nunca los que fuimos,
ni siquiera ahora mismo,
cuando la serenidad de haber vivido
recompone aquellos sueños,
recuerdos
ahora mismo,
que no se si tengo,
sueño
o miro ya
desde el otro lado del espejo.
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