miércoles, 17 de marzo de 2010

Hay gente, mucha, en este preciso momento, pasando hambre y pasando guerra, mucha gente. El mundo esta poblado por mucha más gente que sufre que por gente apaciguada por lo que ha logrado, supone que gracias a su esfuerzo. Pero casi seguro que hay mucha gente en el mundo, en este preciso momento, ya lo he dicho, que se ha esforzado tanto o más que nosotros, pero tuvo la desgracia de nacer en un lugar diferente y de ese lugar, en que podría vivir pacífica y sosegadamente, tal y como ahora mismo estamos viviendo nosotros y sin embargo se ha visto alcanzada por el hambre, la guerra, el miedo, la desolación.

Leo con profundo desasosiego a Kapuscinski, el libro que leo se llama “Cristo con un fusil al hombro”. Hay en el mundo, el estrecho mundo de Oriente Medio, toda una multitud afligida por la guerra, el destierro, la desesperación, la necesidad, el odio y el hambre. Tenían sus pequeñas cosas, unas pertenencias escasas, apenas tierra, pero su hogar, llegaron la guerra, la violencia y el odio y ahora al parecer, leo que nadie tiene la seguridad de que en el instante inmediato siguiente no va a estallar algún artefacto, no le va a alcanzar una bala o un cascote, metralla de una bomba o una ráfaga de ametralladora invisible. Y todo en un paisaje de apariencia bucólica, apacible.

Misteriosa vida, ésta que vivimos a la vez y en muchos casos por pura casualidad con tantas y tan evidentes diferencias los que disfrutamos del privilegio de haber nacido en un lugar y los que padecen el infortunio de haber venido al mundo en otro desde que la técnica ahora mismo nos permite llegar hasta aquél en horas o tal vez menos.

Todos tan capaces y tan preparados para entendernos y sin que al parecer sea posible, tal vez porque utilizamos al revés las palabras.

Asusta.

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