Desgarbadas cigüeñas,
tú lo fuiste,
casi niña aún,
mujer reciente como un sueño
sin concretar todavía,
rumor de ojos, que pasan por entre las ramas del árbol,
moviendo las hojas,
diciendo,
aún,
que la vida podría ser como el pase habitual
por el viejo
jardín
donde hace tan poco había
el rincón de las hadas.
Cigüeñas
vigilantes desde le espadaña antigua, paralelo el pico
a la veleta,
con un oscuro revoloteo de cornejas
cuando suena la hora. Hora mala,
durante que se alarga
la sombra
por la calle que “no es tu calle,
sino una calle cualquiera”.
Mi pensamiento. ¿Qué quieres que te diga?
Creo
que es ese montón apelmazado de la esquina de la calle,
las flores secas
que cuelgan de la reja, las maderas
cansadas de curvarse,
hendirse,
de los soportales de la plaza mayor.
En la plaza, al lado
de lo que fue picota y es
¿arrepentimiento?
¿nostalgia?,
apoya un ángel las alas.
Pasas
con una sonrisa
desplegada,
ondeando a la brisa
del ensueño. Siento, al verte
una
inmensa
tristeza.
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