Elecciones. Va a haberlas dentro de unos días: locales y para los cargos de las Autonomías, esta vez. Toda una multitud de desconocidos, agrupados bajo diferentes siglas.
Me pregunto qué diferencian en la actualidad algunas de las siglas y cuál es su perfil diferenciador de otras.
Y si muchas de ellas bajan a la arena de la competición electoral conscientes de su escasa posibilidad de obtener un mínimo apreciable de votos.
Dos grandes grupos y todo un abanico, un archipiélago insular de diferente contextura y tamaño. Y todos más o manos poblados por un diverso gentío, cada uno con sus jefes y sumos sacerdotes, es decir, sus líderes y mejor o peor fundados ideólogos. Algunos sueñan convertirse en báculo y así complemento de alguno de los mayores, eventualmente necesitado de un puñado de votos para sobrepasar el límite de la mayoría absoluta.
Y al mismo tiempo, llega a mis manos una “Nueva historia de la democracia”, de Francisco Rodríguez Adrados, que peregrina a Grecia y subtitula su obra nada menos que “de Solón a nuestros días”. Nada menos.
Leo el prólogo y de buena gana lo remitiría a Polibio, que ya daba en aquel tiempo claves útiles para un estudio de las razones, sinrazones, ventajas y peligros de cada modo de gobernar un grupo social.
No cabe estudiar una realidad histórica sin situarse previamente en su ámbito, ni entendería probablemente, ni identificaría “su” democracia con el sistema de gobierno de “nuestra” democracia.
Polibio explica ya entonces en su Historia por qué un grupo social de los imaginables en su tiempo recorre los sistemas de gobierno, desde la simple jefatura tribal hasta la soberanía del populacho, pasando por la monarquía, la aristocracia, la oligocracia, la tiranía, la democracia, la oclocracia y vuelta a empezar el ciclo. Tiene que ver con el desgaste de cada sistema, la homogeneidad del grupo, su cultura y su tamaño. Porque la gente, lo que es cierto que pretende es ser libre en paz, poder relacionarse con los demás y disfrutar con dignidad del acervo social, tanto en lo material como en lo moral y que la ampare una justicia comprensible, fundada e imparcial.
Es curioso que la mayor parte de las siglas programen garantizar lo que quiere la gente y no haya habido históricamente ningunas capaces de lograrlo
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