-¿Qué opina usted de …?
(rápidamente, cortante) –¡No opino!
-Pero hombre …
No opino de Mourinho, no opino del Madrid, no opino de las elecciones, no opino de lo de bin Laden. Me niego a opinar, o, por lo menos, me niego a decir en voz alta lo que opino. Ni siquiera opino de economía ni de religión. Por lo menos hoy, este hermoso, casi brillante, día de mayo. Me iría de buena gana a lo alto de una colina desde que se ve el paisaje de tierra y un ancho horizonte de mar. Todo cuanto alcanza la vista, está a mi alcance visual. Puedo disfrutar de todo ello, respirarlo con la mirada, hundirme en ello. Ser junto con esa ancha porción de tierra con árboles, jardines, canteras y escoriales. Estar solo.
Nunca se está solo, sin embargo. Contigo está tu sombra; contigo está tu destartalada parte oscura. Quiero decir, claro, es este caso, que están conmigo. Y, solos conmigo, como una niebla pertinaz, están mis pensamientos.
No digo lo que pienso. ¿De qué valdría?
No hay “escondida senda”, el humano no está nunca solo, pese a soler estarlo desde que nace solo hasta que, solo, muere. Permitidme que repita que la vida es una sucesión de paradojas. No estoy nunca seguro de poder llegar a alguien, cuando lo necesite, pero todos y cada uno y cada circunstancia, de alguna manera, me condicionan
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