-Yo voto, tu votas, el vota, etcétera.
-Y tu ¿a quién votaste? –me preguntas-
-Voto secreto, en secreto, para el secreto. Sé de muchos que votan una cosa y dicen que votaron otra. No es mal sistema. Decía la abuela que no apostásemos más que después de haber mirado antes y estar bien seguros. La abuela era una mujer prudente. Nunca cocinaba las mermeladas sin cerciorarse de que los grandes potes de cobre estuviesen libres de cardenillo.
Un grupo, miles de personas, pero un grupo, siguen hacinadas en las plazas, acampadas en las plazas, sin saber qué hacer para materializar un sueño que tuvieron, se confiaron unos a otros y salieron a buscar por entre la primavera recién nacida. . Diría don Pío Baroja que les falta la arenga, el tambor y la bandera. Algunos, a falta de tambor, golpean cacerolas. No valen, las cacerolas, para este caso, es evidente. Tan evidente como que al parecer, un día cualquiera, volverán a casa, haciéndose la proverbial pregunta de quien sale de un sueño o de un trance: “¿dónde estoy?”.
Muchas veces antes de ahora, opiné que a la salida de estas crisis que padecemos, habría un mundo nuevo, donde no valdrían las soluciones históricas. Algo así como haber descubierto otro continente. Ahora, muchos, se sorprenden.
Hoy, sin embargo, todavía votaremos como si no hubiera pasado nada. Veremos, cuando caiga la tarde, si las urnas nos dicen algo nuevo o de algún modo apuntan diferencias apreciables.
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