martes, 10 de mayo de 2011

Ojos de mirar, mirojos,
enceguecidos
¿por qué
ciegan, al cegar, los ojos,
cuando hay tanto que ver
todavía?

Baja el ciego del lugar,
tanteando con su vara,
me toca:
¿eres tú?
¿Quién tú?
¿Quién va a ser?
Tú.

Cierro los ojos,
me finjo
el terror de ser ciego. Lloro
por el ciego
del lugar.

¿Por qué, buen padre Dios,
por qué
hay ciegos
con la hermosura toda desparramada alrededor?

¿Por qué,
buen padre Dios,
este morir tantas veces
de tantos miedos,
por qué?

¿Y quién
soy yo para preguntarte?

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