Nadie da por perdida ninguna competición y ahí están todos alzando el pendón de su casa cuartel, su blasón, el color preferido. Y si no es por una cosa será por otra, pero seremos los mejores, que por debajo del número uno, los demás llegan, todos, después, con las orejas gachas, pero que no se entere nadie. Esto es una cosa pasajera. Mañana mismo, los mejores seremos nosotros. Tal vez otros nosotros, pero siempre nosotros. Lo importante parece ser el disfraz, el uniforme, la camiseta, que se la ponga quien se la ponga, lo que interesa, lo primordial es que les de caña a todos los demás, para que nosotros, quienesquiera que seamos, sigamos siendo nosotros, es decir, los que ganamos a todos los demás. Cosa como el Cid o como el capitán García de Paredes, el Condestable de Borbón y los anónimos lands kenechts del Emperador.
Se ha puesto a hacer frío. Hay calles de este lugar en que habito que parecen haber sido abiertas para que las recorran los vientos del norte y del nordeste. Es como si no hubiera sol-
Nos recorren, abrumadores, unos pelmas con altavoces que insisten cada cual en que votemos a su jefe de filas. De pronto, en un momento dado de la mañana, la alharaca electoral, que un día nos pareció tan importante, resultó algo desmañadamente banal con ribetes de absurdo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario