viernes, 27 de noviembre de 2009

Hamlet, o, mediante su disfraz, Shakespeare, le dio vueltas en la cabeza a aquello de morir, dormir, tal vez soñar, soñar qué sueños Y enciendo el chorro de música y sale un quinteto de cuerda que se desliza por la nostalgia, a la vez que el periódico digital se asoma a la pantalla del mac y me cuenta que se sospecha que ha mutado el virus de la gripe, dos o tres noruegos, dos franceses y nadie sabe a ciencia cierta si es el virus, la predisposición genética para recibirlo, o, simple y sencillamente, que llega la hora y el virus se limita a servir de minúsculo vehículo a la vieja dama del alba. El mismo periódico dice que el gobierno ha dictado una ley para salir de la crisis –digo yo que será para señalar caminos, desbrozarlos o esperanzar al atribulado personal-. No la publica todavía, o yo no la he visto, pero es difícil de entender que una ley vaya a tener mucha trascendencia en asunto que hace más referencias a la imaginación, la investigación, la prospección de mercados y la cohesión de equipos mayores, para competir en mercados mayores. Y me sigue contando, la letra temblorosa de la pantalla, que no me extraña que tiemble, que se sospecha que han asesinado a una niña, que sin duda asesinaron a un ciudadano en otro lugar y que todavía queda quien amenaza con guerras, teniendo la paz siempre tan a mano y habiendo tan poca gente que prefiera las guerras y tanta que quiere las paces duraderas, pero no hay manera de erradicar, separar, aislar a estos locos huracanes infrahumanos que en cuanto se les ofende echan mano a la espada. Sabios los forjadores de Toledo, que anteponían lo de “no me saques sin razón” al “ni me envaines sin honor”. Es éste de hoy un día triste, sin duda. ¿Quedan días radiantes? Pienso que sí, que por encima de estas noticias que al fin y al cabo, con lo horribles que son, caben en unas páginas y se refieren como mucho a centenares de víctimas, si queréis a millares, quedan hasta seis mil millones de personas de las que no se habla, y para algunas, confío en que para muchas, a pesar de todos los pesares imaginables, aunque sean demasiado pocas, habrá sido precisamente éste uno de sus días radiantes. Porque todo, creo, se equilibra, de este lado del espejo, y a cada carcajada corresponde una lágrima, pero también al revés. Y supongo que en cierta medida, los protagonistas alternarán equilibradamente su suerte. Por eso la música concierta su alegre paso con el deje de melancolía que me arropa de incertidumbres.

No hay comentarios: