miércoles, 4 de noviembre de 2009

Quiero soñar
una mesa de madera
en carne viva, sin pintar, áspera,
con unos vasos de vino aún joven
y todos vosotros, nuestros muertos, los míos,
alrededor diciéndonos
palabras y silencios.
Todos ya del otro lado –vosotros no aún,
los más jóvenes,
que todavía debéis hacer camino-.
Os estaremos esperando
con la conversación desparramada
y llena
de palabras amables, alegres, la ternura
a flor de piel.
Quiero soñar un rincón no sé dónde,
¿qué importa, en realidad, si el rincón seremos nosotros?
extenderemos
la mano de cada palabra, la mirada
sin ver ya,
alcanzándonos unos a otros,
trenzando cada eslabón,
imaginándonos, tal vez,
pero ésta es la única esperanza que nos queda
de que el amor exista,
de decirnos
una por una, todas sus estancias,
de un golpe eterno todo el fuego y la luz.

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