Insisto en que el más rico del mundo es el que tiene bastante.
-¿Cuánto es bastante? –“dices, mientras clavas, en mi pupila, tu pupila azul”-.
Bastante es lo suficiente para ese hipotético ser feliz, que no sé si existe, pero, de existir, sería el hombre sin camisa de la leyenda del rey desgraciado a que un mago había pronosticado que sólo podría alcanzar la felicidad poniéndose la camisa de un hombre feliz, y cuando lo encontró después de una larga búsqueda, resultó que el hombre feliz no tenía camisas.
Recuerdo la discusión que montaron dos ciudadanos en su tasca preferida, respecto de si era más mucho o bastante. Como es lógico, no llegaron a acuerdo ninguno, en su comparación de conceptos heterogéneos. Bastante puede ser muy poco o muchísimo. Bastante es el ideal. Lo que ni te chifla ni te aterroriza. Lo que te permite ser el desconocido que apenas se advierte que pasa a nuestro lado.
-Pero –insistes- es que nunca se tiene bastante.
-Por eso no somos felices.
-Yo lo sería –alzas las cejas en busca del anhelo de turno- …
-No te dejes engañar por cada espejismo hacia que, babosos de deseo, nos arrastramos. No son más que señuelos, cimbeles, trampas para incautos. Allá en el recodo, a la derecha de la entrada de una iglesia de Toledo. Hasta hace poco mal iluminado, sorprendente, genial, está “el entierro del conde de Orgaz”, en que uno de los más grandes pintores de la historia del arte, refleja momento en que un poderoso señor descubre por qué la gloria mundi, lejano eco del concepto de felicidad, se lo lleva el viento en un suspiro.
1 comentario:
Hola he llegado a tu blog y me ha gustado pararme a leerte. Es interesante y bonito tu blog.
Un saludo.
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