En realidad, he de confesar, que se trata de mis digresiones. Por eso, advierto que para cualquier curioso lector, podrían ser poco interesantes, intrascendentes, banales y hasta aburridas. Entonces -me pregunto- ¿para qué las escribes? Aún no he hallado respuesta para esta pregunta.
miércoles, 11 de noviembre de 2009
Se cruzan millones de millones de las antiguas pesetas, que ahora se han reducido a euros y parece que somos más ricos porque todo cuesta una cifra más pequeña, pero, ahí está el truco de los prestidigitadores, de una moneda mucho más cara. Bien lo sabe cada vendedor, que pone bien grande la cifra pequeña y bien adornada la quisicosa, la baratija, el espejito, las cuentas de colores brillantes, a ver si te lo empuja y allá tú te arregles. Los millones de millones asustan, cuando traduces de la moneda que no entiendes a la que manejabas con tanto tiento, salvo que seas miembro de ese minigrupo de los multimillonarios, gente por cierto infeliz a su doble manera de no tener nunca bastante y además tener miedo de que alguien venga y se lleve parte de lo que ya tienen. La medida de su miedo puede hacerse por la dimensión de su soledad y el grosor de los blindajes de que se rodean o el número de sus musculosos guardaespaldas.
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