martes, 19 de enero de 2010

Cuando llegue la primavera, y el prado
de abajo
de casa
se llene de margaritas,
salga
la vieja osa de su osera, con el esbardo, y el fresno
tenga brotes en sus ramas,
te llevaré a darte un beso
de nuevo
junto a la fuente. Necesito
recordar que habrá muchas primaveras,
aunque hayamos muerto, que la muerte
no es más que otro invierno, otro sueño
de que he de despertar
con tu mano en mi mano, como entonces,
cuando éramos
todavía
apenas atisbos
de la esperanza de la luz del día
que ahora
se va apagando, y un lucero,
como aquel,
en silencio,
nos mira.

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