martes, 19 de enero de 2010

Un jardín antiguo,
nada más
necesita un niño para recrear
todos los mundos posibles. Yo
disfruté de un jardín. No hizo falta
que fuese mío. Basta
cuando eres niño
que te dejen
recorrerlo con la minuciosidad infantil
que va descubriendo
los lugares ocultos donde seres
imposibles
guardan tesoros que sólo cabe adivinar,
las secretas madrigueras
de las bestias
que jamás existieron, el rincón
del miedo más inconfesable, ese
capaz de destruirnos, empujarnos afuera
de la niñez, que se pierde solo una vez y es para siempre,
y ya nunca,
nunca más
se puede volver
porque aquel jardín era nuestra reproducción del paraíso.

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