Discurso del nuevo presidente, todavía con minúscula, in pectore, del Principado de Asturias. 32 páginas, que leo con gran atención. Estoy de acuerdo en un noventa por ciento. Dejo un cuatro para discrepar y otro seis por ciento para lo que tengo de incrédulo y convencido de que él también sabe que hay cosas que no se puede. Me entusiasman, por ejemplo, los párrafos dedicados al restablecimiento del Campus Universitario, la Investigación, la extensión de la enseñanza, la Formación Profesional, las citas de aquellos pioneros.
La urgencia de remediar el paro, ablandar la parte impositiva, dar facilidades de arranque e implantación de centros de trabajo de todo tamaño e índole, pero con rigurosa exclusión de las utopías sin fundamento y los timos y provisionalidades.
Pocas citas y en el clavo. “Salen” Jovellanos y Melquíades Álvarez, ambos coincidentes y ninguno mal mentor. Dos o tres modernos economistas de que no leí nada pero cuya cita hace suponer, por el contenido, que sus versiones son aprovechables.
De agricultura y ganadería ha aprendido don Paco algo, por ejemplo respecto del aprovechamiento de la carne, sus modos y maneras y la incorporación asociada al mundo del comercio competitivo. Es bueno que anuncie que no se olvidará de la mar.
En materia energética no estoy al hilo, pero debe tenérseme en cuenta que “soy de letras”.
Aplaudo, esperanzado. Sabía de antemano que traería un plan muy completo y extremadamente detallado en su cabeza. Otra cosa son las dificultades del terreno, los intereses creados, los laberintos administrativos, pero mi confianza renace figurándome a Alejandro cuando le propusieron las dificultades del nudo gordiano.
Ha sido hoy un buen día para regar de ilusiones el jardín de las esperanzas.
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