Fingen no haberse dado cuenta del tremendo fracaso de haber juntado los rebaños, las churras con las merinas, porque era urgente poner remiendos a la idea de Europa Unida o los Estados Unidos de Europa, diríase que imposibles, salvo por lo que se refiere a lo que debería haber sido consecuencia y en cambio se improvisó como renqueante motor de arrastre de la hermosa idea de aquella Gran Europa.
Como no llegaba lo que debía haber precedido a la moneda común, se procuró extenderla hasta los confines del conglomerado, hasta la última tesela, hendida o rota, del borde del mosaico.
Se juntó a los más ricos con los más pobres, y, proporcionándoles oportunidades diferentes, se les proclamó que ahora todos eran iguales. Tenía, en efecto, la misma moneda. Se acabó lo de cambiar en el umbral de cada frontera o aprisa y corriendo en la multitud de cambistas dispersos por cada ciudad, perdiendo unas virutas al trocar cada moneda. Hubo, por fin, una para todos.
Pero no todos estábamos en condiciones de ganar lo mismo y cada cual, a fin de cada semana, cada mes, cada año, iba descubriendo que como en la canción aquélla de Julio Iglesias, todo seguía igual.
Con una sutil diferencia, la de que como estábamos más cerca, los más ricos de los más pobres, los pobres teníamos que hacer mayor esfuerzo para mantener la dignidad sin que se advirtiera demasiado que nos estábamos pasando al pedir prestado o habíamos regresado a la práctica de dar vuelta a la ropa gastada.
Si en un plazo prudencial, los Estados hubieran sido capaces de lograr el acuerdo político de por lo menos su federación, habríamos llegado a tiempo para redistribuirnos el trabajo e irnos asimilando a las sinergias cada vez mayores y asimilatorias del conjunto.
Pero ni llega, ni se le espera.
Y, como consecuencia, lo que nos esperan son los malos tiempos de tener que jerarquizar la manada como era, cada oveja con su pareja, cada cual a su altura de posibilidades.
Lo que pasa es que en el camino se han generado gastos, se han hecho dispendios, se han pedido créditos que se iban a pagar como los del fútbol, con los ingresos procedentes del ascenso.
Me temo que va a llover.
Me consuela estar convencido de que la humanidad siempre ha sobrevivido a lo que parecía imposible.
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