Anduve por el mundo de Madrid, que es un mundo, este año, a estas alturas, calcinado por más treinta grados, que auguran un verano de botijo y abanicos. Fui con mis nietas, porque nos han dado premios, a una de ellas y a mí, entre el Ceoma y la editorial SM, por sendos trabajos respecto de la relación abuelos – nietos. Valió la pena el calor, para ver el patio de cristales del ayuntamiento viejo de Madrid, el de la Plaza de la Villa, pletórico de abuelos emocionados y nietos excitados. El colmo que nos den premios por hacer algo entrañablemente agradable y contarlo, que es un modo de compartirlo. Sabido es que las penas son menos cuando las cuentas y las alegría mayores cuando las compartes. Bueno, pues abuelos y nietos, asociados, armamos la marimorena y nos regalaron montones de preciosos libros.
En la calle, ecos del debate sobre las carencias de la nación. Que si fulano estuvo mejor o peor que su adversario. ¡Como si eso importase ahora! Ahora lo que importa es que mucha medida remiendo, pero poco de lo fundamental, que en mi opinión, modesta, pero insistente, consiste en preparar medios, modos y maneras de reorganizar nuestra relación colectiva con los mercados del mundo global y convertir nuestra actual condición de consumidores en la de competidores, que nos permitiría traer riqueza e inyectarla en nuestros exiguos cauces económicos.
Hemos de pagar los más de quinientos mil millones de euros que debe la administración y a la vez cerrar o estrechar en gran medida el agujero por donde se marcha todo ese caudal.
Es muy sencillo. Si somos pobres, tendremos que comportarnos como pobres, individual y colectivamente, y para obrar como los ricos, tenemos que previamente o a la vez, enriquecernos.
A la vez que aprendemos a compartir una u otra cosa, la pobreza o la riqueza, en nuestro ámbito de cuerpo social.
El espectáculo de la telebasura, con su contracanto del mundo económico del futbol, necesariamente tienen que producir indignación, que es muy mala consejera, susceptible de reconvertirse en masa, que podría aprovechar cualquier iluminado para ocasionar “sangre, sudor y lágrimas”.
De cualquier modo, insisto: lo primero, primordial y más urgente, mitigar y si es posible acabar con el paro, trayendo factorías de otros, por lo menos hasta que seamos capaces de montar las propias nuestras de los grupos empresariales que aún no hemos comprendido que son indispensables en el mundo que viene.
¡Tanto trabajo pendiente y nosotros comparando los aplausómetros!
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